Mi soledad y yo.

Me trajiste paz. Yo estaba perdida y apareciste de ningún lado. Algo nos cruzó, no podría asegurar qué. Agradecí cada noche tu llegada, guardé cada sonrisa para vos. Tu presencia se convirtió en algo único y ya no pude encontrar otra cosa en qué pensar. Mi gente supo ver la diferencia, te incorporaste a mis alegrías y fuiste la principal, el eje de mi mundo.
Un día una luz cegadora llegó... demasiado pronto, demasiado tarde. Toda la dicha se esfumó. Te perdí. Volviste. Te volví a perder. No vuelvas, que perderte ya no puedo más. ¿Y qué hacer con todo lo que reservé para nuestro inexistente futuro? Lo guardo, lo guardo. Pero no vuelvas, que perderte ya no puedo más. ¿Y si mañana vuelvo a encontrarte saliendo de tu casa, caminando por las calles bajo el sol, sentado en un bar charlando con alguien más? No vuelvas. No vuelvas. ¿Y si vuelvo a encontrarte? Me estoy hundiendo. Si volvés, ¿me traés la paz, la felicidad, la calma, el corazón que me robaste? Volvé. Prisa y ansiedad, tu ausencia está terminando con la poca cordura que habita mi desesperada mente. Desesperada. Volvé, devolveme lo que te llevaste de mí, mas retiro lo dicho: mi corazón quedatelo, es para siempre tuyo.